Realizaban en 8 horas tareas que requerían 60 minutos

Por: Daniel Blancas Madrigal

Ocupaban ocho horas para hacer lo que podían hacer en una, de acuerdo con diagnósticos del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y organizaciones especializadas en el tema energético.

Sin embargo, en promedio, los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas ganaban 60 por ciento más que trabajadores de otros sectores y entre sus concesiones estaban créditos de vivienda y compra de electrodomésticos hasta por 15 años, sin pago de intereses, ascensos con base en la antigüedad y no en el desempeño y jubilaciones sin mínimo de edad y con 150 por ciento del salario.


Aunque su principal tarea era la distribución, previa compra de energía a la Comisión Federal de Electricidad, sus índices de generación de electricidad eran muy bajos.

Un trabajador de LyFC generaba 25 veces menos energía que un trabajador, por ejemplo, de la Red Eléctrica de España, según datos del IPN.

En la “Evaluación de los indicadores de productividad 2008”, obtenida mediante el sistema Infomex-IFAI, se reporta que los trabajadores de LyFC tardaban en promedio siete días en atender inconformidades de usuarios por alto consumo.

Además, 34 días para realizar conexiones de servicios en media tensión, seis días en conexiones de baja tensión, mes y medio en revisar medidores en mal estado a petición del cliente y dos meses y medio desde la entrega del dictamen de algún impedimento técnico de servicio hasta dar aviso al solicitante.

“El sindicato avanzó en el sentido de que un trabajador sólo hacía una función en una jornada de ocho horas, cuando tal vez la podía desarrollar en una y las otras siete estaba inactivo; se luchó por la especificación técnica, pero a la larga era improductiva”, comenta Raúl González Apaolaza, coordinador de proyectos en la Unidad Politécnica para el Desarrollo y la Competitividad Empresarial (UPDCE).

En los renglones de ventas, detallados en la evaluación de productividad, se señala que cada trabajador de distribución vendía 4.80 gigawatts (gw) y cada trabajador de comercialización 4.12 gw, además de dar servicio a 760 usuarios. Estos indicadores eran entre cinco y 10 veces menores a los alcanzados en países como España, Alemania e Italia.

El costo por MVA (unidad de potencia en instalaciones de generación de energía eléctrica) en subestaciones era, al cierre de 2008, de un millón 162 mil pesos, cuando en otras naciones se reducía, en proporción monetaria, a más de la mitad.

En sentido inverso, el SME había alcanzado para sus afiliados la no penalización de ausencias laborales, el traspaso de trabajo efectivo por tareas sindicales, la negativa a despidos por pérdida de confianza, la gratuidad en el servicio de luz, jubilaciones a los 25 años –había más de 22 mil–, además de apoyos financieros para promover facultades artísticas, deportivas y culturales de los agremiados y la posibilidad de que éstos y sus familias pudieran tener terapias con delfines en caso de enfermedad.

Del año 2000 a la fecha, sus salarios habían crecido alrededor de 55 por ciento, por 45 por ciento que habían logrado otros sectores.

En poco más de cuatro años se habían creado cuatro mil 100 plazas, pero el proyecto sindical del líder Martín Esparza contemplaba la apertura de otras cuatro mil a corto plazo, porque el presupuesto debía contemplar “trabajadores de planta, transitorios y contratados para obras determinadas”. Y decía: “Hace falta contratar mucha más gente por las dimensiones del trabajo que tenemos que realizar”.

Esta es la conclusión del académico González Apaolaza: “El sindicato no se dio cuenta que demasiadas prestaciones llevaron al fracaso a la empresa. Sin duda, debió percatarse de que no era bien visto por la sociedad, por la exageración en sueldos y prestaciones. Si la inversión se canaliza a beneficios gremiales, se descuida lo sustantivo, que es el servicio”…

La anécdota. Jorge Gutiérrez Vera, director de Luz y Fuerza hasta el momento de su liquidación, ha sido hasta ahora el personaje más silencioso de la historia. Aunque se solicitó una entrevista desde antes de la extinción de la paraestatal, la respuesta fue negativa, “porque no está muy bien de salud”. Personas cercanas a su gestión refieren que en esta su segunda etapa al frente de la empresa –estuvo de 1982 a 1992; también trabajó en la Comisión Federal de Electricidad y fue gerente de distribución en Puebla– su estado físico se deterioró e incluso sufrió dos infartos. “Frente al sindicato no puedo hacer nada, acaso servir de freno”, comentó recientemente.

Fuente: http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=463296

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