Por Teresa Arias.
La primera ley dice:
“La persona que llega es la persona correcta”.
Es decir, que nadie llega a nuestras vidas por casualidad. Vosotros mismos lo habéis comentado en más de una ocasión con los pacientes de prácticas que os han tocado por ejemplo. Y es que, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.
La segunda ley dice:
“Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”.
Nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el “si hubiera hecho tal cosa hubiera sucedido tal otra…” No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que ser así para que aprendamos esa lección y podamos seguir adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo. Aunque nos duelan y nos hagan sentir Miedo, Rabia o Tristeza. Emociones, que ahora sabemos expresar y acompañar de manera sana y respetuosa para que puedan transformarse así en Amor, Poder y Alegría.
La tercera de las leyes dice:
“En cualquier momento que comience es el momento correcto”.
Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará. Cuando estemos preparadas para descubrir y enfrentarnos a lo que hasta ahora no nos permitían ver nuestros mecanismos de defensa, entonces sucederá. En eso consiste el proceso y la relación terapéutica. En saber acompañar a los pacientes a donde ellos necesiten. Al ritmo que ellos necesiten.
Y la cuarta y última ley nos dice que:
“Cuando algo termina, termina”.
Simplemente así. Si algo termina en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia. Por eso hoy, aquí y ahora, quiero daros las GRACIAS por haberos atrevido a confiar y por haberos permitido recorrer este camino a nuestro lado. Afortunadamente no somos perfectos. Os pido PERDÓN si en algún momento os hemos podido hacer daño. Sin duda, no era nuestra intención y aquí estaremos para intentar aliviar ese dolor siempre que esté en nuestra mano.
Y después del perdón y las gracias, prosigo con las fases del duelo y os digo ADIÓS.