El “Maistro” Pascual

En mi primer trabajo como residente de obra, conocí al “maistro” Pascual, hombre alto, fuerte, bruñido por el sol, con una mirada que parecía a punto de atacarte. Me decía “joven” con sarcasmo, no “inge” como los demás maestros de obra, había dos razones:

1. Yo tenía apenas 18 años de edad.

2. Cursaba el 2o. semestre de Ing. Civil, oficialmente no era ingeniero.

No me molestaba que me dijera “joven”, sino el tono en que lo decía. Siempre me ponía pruebas o “toritos”; “cómo se le hace aquí”, “cómo nivelamos esto”, “cómo cuanto cree que tardemos en aquello”, etc. Un buen día, frente a todos y en voz alta, me preguntó:

-Oiga joven, ¿cuantos bultos de cemento para aquel colado?

- A lo que respondí, ¿Cómo, con tanta experiencia y no sabe?

-No “inge” dígame ¿50 o 52?, contestó apenado.

-Por supuesto que 52, me animé a adivinar y cada quién se fue a su puesto de trabajo.

Acto seguido hice el cálculo sin que nadie me viera; 50.3 bultos, ¡di una buena respuesta! Además me llamó “inge” por vez primera y ya no dejo de decirlo en adelante.

Nunca más el maestro Pascual volvió a intentar probarme o ridiculizarme frente a a los demás, se convirtió en una persona clave en mi crecimiento profesional, compartimos conocimientos, aprendí como hacían ellos el cálculo de los bultos de cemento, trabajamos en un ambiente de confianza  respeto.

Cuando dejé esa obra por un mejor trabajo, el maestro Pascual se acercó a despedirse de mi, me dijo: “Gracias inge, ha sido el único que conozco, que no ha querido hacernos tranza”, entonces sus ojos se humedecieron, ese hombre rudo, fuerte, altivo, con mirada penetrante, me abrazo sinceramente y nos despedimos, nunca más volvimos a encontrarnos.

Hoy lo recuerdo con grande aprecio, Señor cuida al maestro Pascual en donde quiera que esté.

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